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Primera alocución radial de Mons. Mario E. Mestril Vega, obispo de Ciego de Ávila, con motivo de la Navidad. 25 de diciembre del 2006
En ocasión de la Navidad, que es una fiesta que celebramos todos los que creemos en Jesucristo, tengo el placer y la oportunidad de hacerles llegar este mensaje en nombre de la Iglesia Católica en Ciego de Ávila, de la cual soy el Obispo.
Navidad es la fiesta que celebra el nacimiento de Jesús. Se festeja el 25 de diciembre, que por esa razón es un día feriado, y se extiende hasta el 6 de enero, día de los Reyes Magos. Cuando decimos que estamos en el año 2006, nos referimos a los años del nacimiento de Jesús.
Según la fe de los cristianos, Jesús es el Hijo de Dios que se hizo hombre y nació de la Virgen María, por obra y gracia del Espíritu Santo, para manifestarnos el amor que Dios nos tiene, para recordarnos que Dios es nuestro Padre y que todos los hombres y mujeres somos hermanos.
La noche en que nació Jesús, unos ángeles se aparecieron a unos pastores para decirles que había nacido el Salvador. Y éste fue su mensaje: «gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que Dios ama». Por esta razón, Navidad es una fiesta de paz, una invitación a arrancar de nosotros el odio, la violencia y el rencor. Es propio de esta festividad un tipo de canciones llamadas «villancicos», con las que todos los pueblos expresan sus sentimientos de alegría. Uno de los más conocidos universalmente se titula: «Noche de paz».
Símbolos
El árbol, las luces y adornos con que se celebra la Navidad, expresan la alegría de esta fiesta que nos anuncia la realización de los deseos que todos tenemos de paz, de esperanza y de un mundo más humano. Navidad es un tiempo propicio para estrechar los vínculos familiares, para encontrarse y estar juntos los que están lejos. Era tradicional entre nosotros los cubanos, reunirse toda la familia, aun los que vivían distantes, el 24 de diciembre, llamado «Noche Buena» para comer juntos y celebrar la Navidad. Se le llama así, porque ese día, a medianoche ya se celebra la misa, por el nacimiento de Jesús, popularmente llamada misa de gallo.
Lo típico de la tradición cubana, era el congrí, puerco asado y yuca con mojo, y de postre el dulce de naranja y buñuelos de yuca. Más tarde, por influencia española, estos dulces se cambiaron por los turrones, uvas, peras y manzanas.
Aunque no se pudieran preparar esos platos, sería muy bonito recuperar esa hermosa tradición de reunirse la familia y comer juntos, pues eso nos une más.
El día 6 de enero, día de los Reyes Magos, existía la tradición de dejarles regalos a los niños junto al árbol y el pesebre, diciéndoles que eran los Reyes quienes se los traían, pues la Biblia cuenta que después que nació Jesús, tres sabios de Oriente fueron a verle, llevándole regalos.
Esta es otra tradición que debíamos recuperar en la medida de lo posible, pues los niños necesitan de la ilusión y la fantasía, para poder desarrollar una personalidad equilibrada.
Las tradiciones son para los pueblos lo que las raíces para los árboles: por ellas se alimentan. Cuando a un árbol se le dañan o cortan las raíces, languidece o se muere. Lo mismo le pasa a los pueblos cuando pierden sus tradiciones.
Lo más importante de la Navidad, no es el árbol, las figuras, los adornos, es decir, los signos exteriores. Estos sirven para ambientarnos y ayudarnos a celebrar la Navidad, que consiste en hacer realidad en la familia, con los vecinos, en la sociedad, el amor que Dios nos tiene. Más importante que esos signos es procurar que en nuestro hogar haya amor y paz, socorrer al necesitado, visitar el enfermo, compartir el pan con el que no tiene. Te invito a hacer conmigo esta oración:
Señor, Jesús, te amo.
Tú eres mi Dios y Salvador,
que por nosotros te hiciste hombre, en las entrañas purísimas de la Virgen María.
Llena mi corazón de fe, y mi vida de esperanza.
No dejes que me extravíe por los caminos
del error, del vicio, y de las pasiones humanas.
Bendice mi familia. Que en ella reine
la concordia, el respeto y la armonía.
Y cuando la oscuridad de la duda me asalte,
que la estrella de la fe, que condujo
a los magos hasta Belén, brille en mi corazón.
Porque, aunque a veces te he olvidado,
sigo creyendo y esperando en ti. Amén.
A todos les deseamos unas Navidades y un Nuevo Año llenos de salud y de esperanza. ¡FELICIDADES!