En 1980 el padre Mario Mestril llegó a Ciego de Ávila. Desde aquel momento y en compañía de un equipo de sacerdotes comenzó a trabajar pastoralmente en tierra avileña. Fue una gran sorpresa cuando doce años después, el 9 de febrero, el papa Juan Pablo II lo nombró obispo auxiliar de la entonces Diócesis de Camagüey, de la cual formaba parte la Vicaría de la Trocha. El territorio eclesial, que abarcaba la actual provincia de Ciego de Ávila y el municipio de Jatibonico, en 1996 se convertiría en una nueva diócesis y el propio Santo Padre lo nombraría primer obispo diocesano.
Se recuerda la ordenación episcopal de monseñor Mestril, no solo por el acontecimiento; también quedó en la memoria de los presentes la pertinaz lluvia que acompañó cada minuto de la celebración. Aquella agua bendeciría el ministerio del hombre que se ha ganado el cariño de muchos por ser buen pastor.
Testigo privilegiado
Aunque todos los que lo deseaban no pudieron hacerse presente en la celebración eucarística de este miércoles 2 de febrero, para festejar el 30 aniversario, desde diferentes lugares de la diócesis llegaron sacerdotes, diáconos, religiosas y laicos para acompañarlo en la misa que presidió en la Santa Iglesia Catedral San Eugenio de la Palma.
Un testigo privilegiado de la historia sacerdotal y episcopal de Mons. Mario se siente Mons. Juan Gabriel Díaz Ruiz, el obispo a quien le correspondió sucederle en el 2017. Testigo -dijo en su homilía durante la celebración- de cómo monseñor Mestril en los momentos difíciles de la Iglesia en Cuba, y ahora, en estas nuevas etapas, se ha mantenido fiel en esa vocación de ser buen pastor que da su vida por las ovejas.
Un hombre Fiel
Mirándolo a él, y a todos los que como él se han mantenido al pie del cañón, -comentó Mons. Juanín-, es que podemos mantenernos fieles los que tenemos tentaciones. Mirándolo a él y a ellos es que nos animamos y nos decimos: sigue adelante. Porque su ejemplo, su fidelidad a la Iglesia y a Cuba nos animan a seguir adelante a pesar de los desánimos.
“Quisiera decir unas palabras”, susurró Mestril al maestro de la ceremonia-. Y conectado con la realidad presente, su mensaje se convirtió en signo esperanzador al contar cómo cuando la gente le llama y le dice: Padre, ¿cómo está?, responde que encantado de la vida. Y es verdad -dijo- estoy agradecido de Dios por todas las cosas. Siempre en los momentos difíciles: desalientos, enfermedades, escasez, si no decimos «el Señor es mi Pastor nada me falta”, nos podemos derribar.
Y es que para Mons. Mario, según sus propias palabras finales, la vida de la comunidad han sido los laicos con sus sacerdotes, por eso motivó a cuidar ese tesoro, a dar testimonio de fe y a alentar a los demás a vivir confiados en Dios.
por Jordy Santiago Rivero Duarte. Fotógrafo Cirilo Ruiz. Diócesis de Ciego de Ávila, S. I. Catedral San Eugenio de la Palma, 13 de febrero del 2022.
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