La propuesta de la Pastoral de Misiones (Comisión Misionera) tiene su fundamento primero, no en el Sacramento del orden, sino en el bautismo (cf. EG 103), de donde proviene «la gran dignidad» (EG 104) del cristiano, y que lo constituye en discípulo misionero. En efecto, «en todos los bautizados, desde el primero hasta el último, actúa la fuerza santificadora del Espíritu que impulsa a Evangelizar» (EG 119)13, por lo que la vitalidad de la Iglesia está en la fuerza que proviene del bautismo que empuja a los discípulos a anunciar la savia y el fervor del Evangelio «en cualquier lugar: en la calle, en la plaza, en el trabajo, en el camino» (EG 127). La nueva evangelización, desde esta perspectiva, implica «un nuevo protagonismo de cada uno de los bautizados […] Ya no decimos que somos discípulos y misioneros, sino que somos siempre discípulos misioneros» (EG 120)14, que sustentan su fuerza evangelizadora en la primacía de la gracia (cf. EG 112).
Lejos de todo intimismo, la propuesta descrita pone el foco de la Iglesia «fuera de sí», dispuesta a «salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio» (EG 20), asumiendo «la dinámica del éxodo y del don, del salir de sí, del caminar y sembrar siempre de nuevo, siempre más allá» (EG 21). Por eso Francisco afirma, con audacia inusitada, que prefiere «una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades» (EG 49), una Iglesia que «salga» a las periferias, más que una temerosa de equivocarse y sometida a estructuras anquilosantes.
Muy buen sitio